Un impulso espiritual

Nada me pertenece. Nada te pertenece.

Según la ley, todo lo que está a mi nombre, me pertenece. Según mi madre, su amor me pertenece. Según mis jefes, la responsabilidad me pertenece. Según mis amigas, si he comprado algo con dinero que he ganado trabajando yo, me pertenece. Mi vida, afirman los terapeutas, me pertenece.

Ahora bien, según un decreto ley del año pasado, mi propiedad puede pasar a pertenecer al gobierno si éste lo considera necesario. Según los psicólogos, el amor que siente mi madre le pertenece a ella. Según algunas confederaciones sindicales, la responsabilidad les pertenece a mis jefes y yo tan sólo cumplo órdenes. Según los ladrones, si he comprado algo con dinero que he ganado trabajando yo, es muy probable que en poco tiempo se convierta en suyo. Mi vida, decía mi abuela, le pertenece a un tal Dios.

Por otro lado, ni el cuerpo le pertenece al alma ni el alma le pertenece al cuerpo… al menos no eternamente. Y el espíritu se pronuncia cuando el alma lo comprende.

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